domingo, 18 de julio de 2010

EL MAGNATE… Un Balance.



I

Un poco de historia, alternancia y actualidad.

En México, el sistema político tiene una vocación por la simulación de la democracia representativa. El problema de la estabilidad política en México, se plantea en efecto, desde que en 1920 tuvo lugar el último cambio violento y en 1929 fue mediante el uso de la fuerza que se impuso el Partido Nacional Revolucionario (PNR) abuelo del actual octogenario partido oficial (PRI). Las organizaciones sociales, las grandes centrales, los sindicatos de industria fueron y son la base social del régimen “anciano” político mexicano. La cúspide política impulso una orientación ideológica a las organizaciones de masas. La subordinación de la acción política de las masas, se llevó y se lleva a cabo a los intereses políticos del “anciano régimen”. Se define como la tutela política institucionalizada. La legitimidad y estabilidad de un régimen político se mide por la capacidad que tienen las autoridades de tomar e imponer decisiones al resto de la sociedad, con un mínimo de coerción. El gobierno mexicano es legítimo desde el fin de la guerra cristera (1929). Podemos discutir el grado de erosión político de legitimidad pero no su existencia. De esta manera, el presidente o la presidencia son el eje de la iniciativa política de los innumerables intereses sociales y económicos en pugna. La presidencia es el origen y punto terminal de una enorme red de instituciones políticas, lo que hace que la sociedad civil no tenga una vía institucional de expresión política.

El presidente Cárdenas transformó el partido del PNR a Partido de la Revolución Mexicana (PRM) y crea el nuevo corporativismo constituyendo cuatro bloques de control: el sector campesino, el sector obrero, el sector popular y el sector militar. En definitiva, estabiliza el control corporativo. Desde su origen, el partido oficial (PRI) ha sido un partido dominante y hegemónico. De 1938 a 1988, el PRI realiza diversas estrategias “democráticas”, con la reforma política, establece el código federal electoral, el tribunal federal electoral, amplían la cámara de diputados, dan representación proporcional a las minorías partidistas, y sube de 300 a 500 diputados federales en el congreso de la Unión, etc.

II

Después de más de una década de alternancia política en el poder entre las dos principales fuerzas políticas de la clase dirigente burguesa mexicana, la neo nacionalista y neo conservadora (PRI y PAN) entregan una economía mexicana con 43 millones de personas con empleo y cerca de 5.9 millones, es decir, 13.36 % que perciben ingresos menores de un salario mínimo; 3.9 millones de personas, es decir, 8.8 % de la población económica ocupada que no recibe remuneración económica alguna; 9.7 millones de personas (22%) que reciben poco más de un mínimo y como máximo dos salarios mínimos. 94% de la población trabajadora con aumentos salariales ridículos y rebasados por la creciente carestía, un IVA al 16%; ISR al 30%; tarifas eléctricas arriba del 6%; un gas aumentado arriba del 6%; un PIB declinante hasta por debajo del mínimo necesario para la manutención económica, etc.

III

El PRI en la actualidad pierde los estados de Oaxaca, Puebla y Sinaloa. El presidente Calderón y su partido (PAN) se colocan como el más grande perdedor del reciente proceso electoral. En Aguascalientes regresa el PRI. El PRD pierde Zacatecas. En Veracruz, el PRI se mantienen con 87 años ininterrumpidos en el poder. En el estado de Oaxaca, el PRI pierde por el uso de la represión oficial contra las masas trabajadoras, también por el uso indiscriminado de la inequidad y la esquizofrenia para detener el ascenso revolucionario de las masas. En todo el país se resiente el voto corporativo, la venta del voto, la ilegal intervención de los aparatos políticos de los gobernadores (Peña Nieto, Ulises Ruiz, Fidel Herrera, etc.) usando los recursos públicos para apuntalar a sus candidatos. La delincuencia electoral se impone y queda impune, con irregularidades electorales, inyección del narco de ríos millonarios de dinero a las campañas, rebasando con creces los topes oficiales, se persiste en la inequitativa distribución, segregación y racismo, hay déficit ya que en los nuevos gobiernos no hay programas que sean realmente sociales y de cambios políticos, las alianzas son electorales contra el PRI y por cargos de poderes públicos, alianzas pragmáticas. Sin embargo, en Oaxaca, Puebla y Chiapas se rompe el anillo de acero y mayorazgo del partido oficial (PRI). La alternancia resurge en grandes regiones del país. En Tlaxcala pierde el PAN y lo recupera el PRI. El PRD desarrolla una escandalosa política de sumarse al PAN faltando una semana para la jornada electoral, provocando una desbandada de su partido de un 12 o 16%, bajó a 4.5% en la votación para gobernador. Los votos de la senadora Hernández no son contabilizados a favor de la coalición en el registro oficial. El PRI se alza triunfador en 9 de los 12 estados en pugna con 6 millones 380 mil votos ciudadanos, etc.

Sin embargo, pese al gasto millonario de las campañas electorales, se dejan de facto más de 6 millones de pobres en este sexenio, 2 millones de personas de clase media que perdieron su patrimonio, fortuna y posición social. Los poderes fácticos se imponen en la escena electoral; el asesinato del candidato del PRI en Tamaulipas; el voto sirve para apuntalar cambios políticos de fondo, y el voto sirve, pero no soluciona los grandes problemas nacionales. Podemos decir que la alternancia política se oxigena y que pese a ello en el país existe una fuerte desconfianza en la clase política burguesa, sea PRI, PAN o PRD.

En conclusión, en esta última campaña electoral se remoza el octogenario partido oficial, el alterno partido PAN pierde la mayoría electoral en gobernadores, diputados y ayuntamientos; el PRD se suma a alianzas sin programas y sin principios, perdiendo cantidad enorme de electores; en fin, la que pierde es la ciudadanía, que no tiene quien la represente, luche por sus intereses y sea representada en un programa político, que cambien la estructura y no la forma política.

Por Francisco Sagal R.